Instantáneas en movimiento

Mariona Olmos, 23 años; Publicidad y Relaciones Públicas en la Universitat Ramon Llull (Blanquerna)





Mariona nos recibe en su casa, en el barrio de Sant Andreu, donde vive con sus padres. Se disculpa unos segundos, porque está acabando de comprar unos billetes de AVE. La hemos pillado en mitad de los preparativos de su primer "viaje" de trabajo fuera de Cataluña, en el que expondrá sus fotos en una pequeña sala de Zaragoza. Mariona Olmos tiene 23 años y ha estudiado Publicidad y Relaciones Públicas. Lleva gafas de pasta, mezcla catalán y castellano mientras habla y se ríe fuerte. Nos lleva hasta el tejado de su edificio, entre calzoncillos limpios del ático 2a y las sábanas de la vecina del tercero. Y ahí, con unas vistas de altura, nos situamos frente a frente. Cuelga un cartel para los vecinos, amañado a base de celo y rotring, y en el que pone: "No cerréis la puerta. Estoy haciendo un trabajo". A Mariona le gusta la fotografía y la danza y, aunque suene a utópico y casi a carambola de ciencia-ficción, ella es la viva demostración de cómo sobrevivir a dos de los sectores más complicados: la fotografía y la danza en pleno siglo XXI, esas artes en las que la tijera entra lo primero, y la inversión lo último. Además, ella ha llegado a esos dos mundos por los caminos menos convencionales. 

No empezó a hacer danza cuando era niña, no. No es de las que tiene fotos con chupete y moño apretado. Tampoco. Ella empezó a los dieciséis y trabajó en un McDonald's para costearse las clases de ballet. Respecto a la fotografía, sus primeras fotos son con una Olympus la mar de normal y no tuvo una Canon hasta el año pasado -que aún hoy continúa pagando-. Sin embargo, ella es una experta en desterrar los 'peros'. Y su tozudez, y por qué no, insistencia, la han llevado a crear MW Photography -que, por cierto, viene de traducir su nombre al inglés, Mariona, Mari Wave-. "MW Photography surge en el primer año de carrera de manera muy natural. Tenía que hacer algunas prácticas de fotografía y como estaba todo el día dando clases de danza, utilizaba a las niñas como modelos en los ensayos y, así, ahorra tiempo". Eso le encendió la bombillita. ¿Por qué no? Le encanta la fotografía y le encanta la danza, ¿Por qué no especializarse en fotografiar el mundo que tiene más cerca, el del baile? ¿Hay algo más bello que retratar un salto en grand ecart?  ¿Un buen empeine con unas zapatillas de punta?

Sin embargo, hay que hacer justicia a la trama de esta historia. ¿Qué decir? Empezar recalcando que Mariona no lleva bailando toda su vida. Empezó de pequeña, pero su madre la desapuntó porque siempre salía llorando. "Entonces, me apuntó a clases de inglés, en esa época de obsesión paternal para que aprendiéramos idiomas". Así que mucho inglés, pero poca danza. Y cero deporte, en general. Pero a los dieciséis, ella, con plena conciencia, retoma las clases y se busca una academia y de aquí para allá, al final le acaba cogiendo el gusto a 'esto' de bailar. Empieza con ballet, pero acaba haciendo flamenco, contemporáneo y hasta baile español. "Mis amigos creo que no entienden cómo puedo estar encerrada de lunes a vienes bailando. Pero yo prefiero esto mil veces más antes que salir de fiesta". Mientras tanto, sus padres seguían que no y que no, que nanai, que se dejara de tonterías y que se pusiera a estudiar "en serio". A los dieciocho años cierran el grifo, así que a Mariona no le queda otra que calcular al milímetro cuántas horas necesitaba trabajar para pagarse la matricular. Cambia el maillot por el uniforme de McDonald's y se pone manos a la obra con los Big Mac.

Y entre pliés y foutées, Mariona no sólo no abandona su gusto por la fotografía, sino que lo potencia. Decide que le encanta y pide una subvención paternal para comprarse una Cánon "como Dios manda". Y aunque aún la está pagando, de momento ya le ha permitido hacer su primera exposición como MW Photography en un local del Raval. "A veces, las cosas son mucho más fáciles de lo que nos pensamos. Es tan fácil como llamar y ofrecerse. Valoraron la calidad de mis trabajos y eso que otra sala me los había rechazado antes. ¡Suerte que no me rendí", nos dice contenta. Y sin respirar entre palabra y palabra, sigue igual de emocionada contando que se va a Rusia dentro de unas semanas. Lo del frío es lo de menos, siendo la capital del ballet el destino. Tiene además el permiso para entrar en el Bolshoi Ballet, LA compañía por excelencia de las puntas, las odettes y los tutús al vuelo. Eso sería el equivalente a ir a cenar con Woody Allen, para un cinéfilo, o irse de copas con Thom Yorke, para un musico adicto.

Y así es como, ahora, la misma chica que de pequeña renegaba del inglés con un “me da palo” por defecto, es hoy la que se prepara de forma autónoma y cuál loca para sacarse el TOEFL y volver a la Escuela Central Saint Martins en Londres (sí, esa misma, la que bloggers, diseñadores de moda, artistas, ilustradores y demás gente del buen gusto se pirran por entrar), donde ella el año pasado hizo un curso intensivo de 7 días de Iniciación a la fotografía. “Yo nunca he sacado notas brillante; todo lo contrario, siempre me ha costado mucho concentrarme en una cosa, o motivarme en algo”, nos dice con voz resolutiva y muy ‘echada para adelante’, como de quien ha dejado atrás los “fantasmas” del pasado y muere por llevar adelante sus proyectos. Y es que, al final, será eso: “dar con lo que te gusta, o con las cosas que te gustan. Conjugarlo todo. Y esforzarte para conseguirlo”. 

2 comentarios:

Anònim ha dit...

Eso es empeño y fuerza de voluntad

Anònim ha dit...

Mariona Campiona!!! ;) G

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